Pocos como Tom Waits son capaces de traducir lo inefable a versos y acordes. Time siempre consigue recrear en mí la profunda belleza de la melancolía; esa que le susurra al alma que hemos olvidado algo, desdibuja la imagen de quien creemos ser y desliza del sueño a la duermevela, como las olas deslizan a la orilla la botella del náufrago, la delicada sed por recordar quienes somos. Por eso, la melancolía siempre está tejida con gotas de lluvia.
«And it’s Time Time Time That you love And it’s Time Time Time»
Extracto del diario del Comandante en Jefe Mervin Willett Gonin DSO, que estaba entre los primeros soldados británicos en liberar Bergen-Belsen en 1945:
No puedo dar una descripción adecuada del Campo del Horror en el que mis hombres y yo íbamos a pasar el siguiente mes de nuestras vidas. Es todo pura maleza estéril, desnuda como una pata de pollo. Hay cadáveres por todas partes, algunos en grandes montones, algunos en solitario o en parejas, allí donde hubieran caído. Nos llevó cierto tiempo acostumbrarnos a ver hombres, mujeres y niños derrumbarse al pasar junto a ellos y contenernos para no ir en su auxilio. Había que hacerse a la idea de que los individuos, simplemente, no contaban. Se sabía que morían quinientos al día y que iban a seguir muriendo quinientos al día durante semanas antes de que cualquier cosa que nosotros pudiéramos hacer tuviera el más mínimo efecto. Sin embargo, no era fácil ver a un niño asfixiándose hasta morir por la difteria cuando uno sabía que una traqueotomía y cuidados podrían haberlo salvado, o una mujer ahogándose en sus propios vómitos porque estaba demasiado débil para darse la vuelta, u hombres comiendo gusanos y despreciando el pan simplemente porque habían tenido que comer gusanos para vivir y ahora apenas veían la diferencia. Pilas de cadáveres, desnudos y obscenos, con una mujer, demasiado débil para estar de pie, apoyándose en ellos y cocinando la comida que le acabábamos de dar en una hoguera; hombres y mujeres agachándose en cualquier lugar para aliviarse de la disentería que les estaba devorando los intestinos; una mujer totalmente desnuda lavándose con su ración de jabón y el agua de un tanque en el que flotaban los restos de un niño. Poco después de la llegada de la Cruz Roja Británica, aunque pueda no estar relacionado con ello, recibimos una gran cantidad de barras de labios. Esto no era en absoluto lo que los hombres querían, habíamos estado suplicando cientos y miles de otras cosas y no sé quién pidió las barras de labios. Desearía con toda mi alma poder saber quién lo hizo, fue una obra de genio, de absoluta brillantez en estado puro. No creo que nada hiciera más por las internas que las barras de labios. Las mujeres se acostaban sin sábanas ni camisones pero con los labios rojos, las veías pulular sin nada más que una manta sobre los hombros pero con los labios rojos. Vi una mujer muerta en el mortuorio que se aferraba a un tubo de barra de labios. Por fin alguien había hecho algo para convertirlas en individuos de nuevo, eran alguien, más allá del mero número tatuado en el brazo. Por fin podían interesarse en su apariencia. Esas barras de labios empezaron a a traerlas de vuelta a la humanidad.
Sophisticated Lady es uno de esos temas que podría llamar mi preferido. No me canso de escucharla. No caduca. No deja de provocarme la vivencia de aquello que evoca. Contiene la más hermosa interpretación al saxo, por supuesto de mi querido Ben Webster, que convierte al metal en un ser vivo de sangre caliente, dotándolo de una profundidad que responde magistralmente a la voz de Billie. Dale al botón de play bajo esta línea para escucharla mientras te presento a la Dama.
Uno de mis grandes amores se llamaba Billie Holiday.
Billie cantaba. No se puede decir que cantase las canciones de otros porque ella creaba aquello que cantaba, tanto si lo había escrito como si no. Hacía propio cada tema adelantándose a una época en que los vocalistas se ceñían por definición a lo compuesto por el autor como si fuesen un instrumento más.
Billie nunca pudo cantar de un modo automático porque su arte no era una alegoría. Cada interpretación suya era artesanal. Dejaba que cada tema le tocase en lo profundo aún a pesar de consumir poco a poco su alma como sucedía con Strange Fruit.
«Todo lo que canto es parte de mi vida». Lady Day tuvo una mala vida y un triste final. Con el corazón roto infinidad de veces, las venas y la voz quemadas por la heroína, víctima de una estafa y con menos de un dólar en el banco, murió a los 44 años mientras estaba bajo arresto policial en el Bronx de Nueva York, dejando tras de sí para siempre la huella de la inigualable intensidad de su voz.
Si te ha gustado, no dejes de escuchar uno de sus temas más memorables Fine and Mellow acompañada en directo por algunos de los más selectos músicos del momento como Ben Webster, Lester Young o Coleman Hawkins. Una absoluta joya.
Otro hermoso descubrimiento. Se trata de Saburo Teshigawara, bailarín, coreógrafo y fundador de la compañía de danza Karas. El fragmento de vídeo que aquí te dejo pertenece a la creación Absolute Zero, que interpretó entre 1999 y 2001 junto a Kei Miyata, y en la que experimenta con la idea de la quietud absoluta. La belleza de sus movimientos me resulta sobrecogedora.
La música es de Thomas de Hartmann, y pertenece a una de las series que compuso a petición de Gurdjieff para acompañar a sus «danzas sagradas». Se trata de composiciones minimalistas, nítidas y muy estudiadas, lo que les otorga una capacidad muy alta para aquietar la mente.
La buena noticia es que la compañía Karas estará a finales de Febrero en el Teatro Central de Sevilla, con la coreografía Glass Tooth. La menos buena es que yo vivo en Barcelona… mmm… ¡Me voy corriendo a mirar ofertones de vuelos!
Por cierto, no hace mucho que he tenido la gran suerte de ver a La La La Human Steps aquí en Barcelona, con el espectáculo Amjad.
De Katie Melua no diré nada, te dejo un vídeo que no necesita comentarios.
De Palabras desde Un Noviembre Azul te diré que empezó por cautivarme ya desde su título. Buscaba un poema que hablase sobre noviembre, y esa mezcla post-postmoderna de azar y causalidad que se llama Google (ya ha empezado a llamársele «San Google»), me premió con este delicioso blog. En él puedes leer cosas sobre temas tan variados como poesía, música, política, sociedad… y también (o como trasfondo de todo eso) encuentras el alma de quien lo escribe. No se puede pedir más.