La mujer enferma de amor clásico que se sentaba bajo un olivo que no tenía ningún mochuelo, perdía su mirada en algún lugar entre Casiopea y las Pléyades, como es debido, mientras envolvía sus pensamientos suspirando un fino trazo en forma de nube.
El olivo -que no tenía ningún mochuelo, pero tenía una mujer enferma de amor clásico suspirando bajo sus ramas-, soñaba que volaba.
¡Buh-Húh! ¡Buh-Húh!
¡El olivo ulula!-, exclamó la mujer enferma de amor clásico. Y del sobresalto se quebraron los suspiros, desparramando sus pensamientos por el suelo y despertando al olivo.
La mujer -lo de matar dragones no entraba en sus planes-, se levantó, se sacudió los pensamientos desparramados y se fue a hacer la cena.
El olivo, ahora despierto, siguió soñando mochuelos.
¡Buh-Húh!