La vida va dejando cicatrices al paso del tiempo que forman parte de nosotros para siempre. Como la metralla que forma parte del alma, cuando no también del cuerpo, de todo aquel que ha vivido una guerra.
Hay personas que nunca dejan de quejarse y desean que todo hubiese sido de otro modo. Porque las viejas heridas duelen cuando hace mal tiempo, cuando los días se vuelven grises, húmedos y pesados o cuando algún otro tipo de indisposición nos debilita. Porque no permiten que olvidemos nuestra vulnerabilidad fundamental y, lo que es peor, nos recuerdan que somos mortales.
Y hay otras personas que las llevan con orgullo, e incluso más que eso: con gratitud. Porque es ese su patrimonio más inexpropiable, porque demuestran que se ha vivido y porque convivir con la muerte les hace más capaces de danzar en libertad y plenamente con la vida eterna que es este preciso instante.
De Katie Melua no diré nada, te dejo un vídeo que no necesita comentarios.
De Palabras desde Un Noviembre Azul te diré que empezó por cautivarme ya desde su título. Buscaba un poema que hablase sobre noviembre, y esa mezcla post-postmoderna de azar y causalidad que se llama Google (ya ha empezado a llamársele «San Google»), me premió con este delicioso blog. En él puedes leer cosas sobre temas tan variados como poesía, música, política, sociedad… y también (o como trasfondo de todo eso) encuentras el alma de quien lo escribe. No se puede pedir más.
Hace unos pocos días tuve la enorme suerte de leer un cuento de Theodore Sturgeon, un autor hasta entonces totalmente desconocido para mi.
Un sólo cuento, tan sólo veintitantas páginas de negro sobre blanco han conseguido que mi alma le otorgue, en mi peregrinación particular por la vida, el título vitalicio de compañero de viaje.
Te recomiendo que lo imprimas, busques una postura cómoda y lo disfrutes. Los pañuelos de papel son opcionales (aunque advierto del posible efecto secundario), no precisamente porque sea un cuento triste, sino porque a mi parecer, es de una belleza extrema. Refleja la tragedia humana, me atrevo a decir, con la profundidad de un Shakespeare, tejida de un modo magistral con una elegante ciencia-ficción.
Si lo lees y te gusta (o no), me encantará que me dejes un comentario
Siempre es muy comprometido decir, por ejemplo, «este es mi libro preferido» o «esta es mi canción preferida».
Aclarado el compromiso, aquí te dejo mi poema preferido recitado durante una escena de mi película preferida. No te salves del querido Benedetti en El lado oscuro del corazón del querido Subiela.
Siempre repito que internet es un fenómeno que me fascina. Y son precisamente cosas como esto que os voy a contar las que van forjando esa fascinación.
«A mis 95 años» es el título de un blog muy especial. Se trata del blog de Maria Amelia, una Gallega de Muxía (A Coruña) a la que se le conoce como «la bloguera más anciana del mundo».
Como ella misma nos cuenta en la cabecera de su bitácora, su nieto se la regaló el pasado dicembre por su 95 cumpleaños. Maria Amelia nos habla sobre muchas cosas: desde política hasta el galanteo de antaño, pasando por los toros o por sus duras experiencias durante la guerra civil. Aunque como ya no ve muy bien, es su nieto el que transcribe lo que ella le va contando.
«Queridos nietos (porque sois mis nietos y mis blogueriños).»
Así empieza uno de los posts de la encantadora Maria Amelia. En tan poco tiempo, su blog tiene ya muchísimos lectores de casi todo el mundo y ha salido en numerosos medios de comunicación nacionales y extranjeros, tanto en prensa como en radio y televisión. Muchos de sus seguidores son gente joven… ¿Será internet la que al final reconcilie a nuestra «juventófila» sociedad con la hermosa sabiduría de la senectud?
No me digas que no es hermosa.
Ya le han salido varios imitadores (¡hurra!). Olive Riley, una australiana de nada menos que… ¡108 años!, disfruta nadando con sus ¡tataranietos! y también tiene su propio blog («Blob», como ella dice). De hecho le ha quitado el título a Maria Amelia de «bloguera más anciana del mundo». Un amigo suyo, Mike (de 69 años), es el que lo elabora porque ella tampoco ve demasiado bien.
He estado visitándolo y me parece realmente encantador. Mira lo que me he encontrado ya de entrada:
“When someone loves you, the way they say your name is different. You just know that your name is safe in their mouth.” Billy – age 4. («Cuando alguien te ama, el modo en que pronuncia tu nombre es diferente. Sencillamente sabes que tu nombre está a salvo en su boca.» Billy – 4 años).
En el blog de una mujer de 108 años, lo primero que leo es una preciosa cita de un niño de tan sólo 4 :-).
Esta es Olive (Ollie como le llama Mike), cantando una vieja canción de la primera guerra mundial (Pack up your troubles) que te dice que guardes los problemas en tu viejo petate y sonrias: «Smile, smile, smile!».
He de confesar que me ha emocionado mucho. Dale al play, es una preciosidad.
Cuando Maria Amelia supo de la creación de este blog comentó:
«A esta señora de tantos años le digo que me alegro mucho que otras viejas como yo se pongan con el Internet y que haga propaganda de que todo el mundo coja el Internet. Tendrá amigas, buenos consejos y tendrá felicidad, que a nuestra edad ya sabe que es muy difícil.»
¡Ole! María Amelia.
Otro famoso «Yayo Bloguero» es Peter Oakley, un hombre nacido en 1927, más conocido por su pseudónimo en YouTube: «geriatric1927». Peter cuelga vídeos en la red (ya lleva 84) en los que nos va contando su autobiografía y que titula «Telling it all» (contándolo todo). Tiene su propia página web (incluyendo un foro en el que responde preguntas de sus seguidores) y ¡44.450! suscriptores en YouTube, con lo que hace ¡el número 16 en cuanto a mayor número de suscripciones en toda la historia de YouTube!. Millones de personas han visto ya sus videos. Muchas, quizá la mayoría, son personas jóvenes que agradecen su consejo y sabiduría, como en el caso de Maria Amelia.
Hoy en día ya es urgente la necesidad de un acercamiento entre los escindidos polos del puer y el senex… ¿Será la red la que suture la herida trágica?
¿Acaso no es fascinante?
Internet verdaderamente acaricia los ideales más elevados de la humanidad. No sabe de edades, razas, credos o nacionalidades.
Seas quién seas, tu sitio está ahí esperándote. Tan sólo has de ocuparlo.